Los elevados precios de los alimentos, la sequía, el desempleo y la falta de oportunidades socio-económicas están empujando a algunas mujeres y muchachas en el norte de Afganistán a entrar en el comercio sexual, según declararon a IRIN activistas por los derechos de la mujer y varias de las mujeres afectadas.
“No tengo otra forma de alimentar a mis hijos más que haciendo este desagradable trabajo”, dijo Nasima (nombre ficticio), de 27 años, y trabajadora del sexo en la provincia de Balj.
Vestida con un burka azul, Nayiba, trabajadora del sexo en Mazar-i-Sharrif, la capital de la provincia de Balj, dijo que se vio metida en ese mundo cuando los precios de los alimentos empezaron a subir drásticamente en noviembre de 2007.
“Soy viuda y tengo que alimentar a cinco niños. Soy analfabeta, nadie quiere darme trabajo. Odio prostituirme pero si no hago esto mis niños se morirán de hambre”, dijo Nayiba a IRIN.
La mayoría de las mujeres que están entrando en la prostitución son viudas analfabetas que no tienen formación para encontrar otros trabajos alternativos, según Malalai Usmani, directora de una ONG por los derechos de la mujer en Balj.
“La pobreza extrema y la obligación de alimentar a quienes dependen de ellas han hecho que aumente la prostitución entre las mujeres”, dijo Usmani.
Severos castigos
En Afganistán, las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio se consideran como un crimen grave y los culpables pueden tener que enfrentarse a pena de muerte o a una amplia sentencia de prisión, dependiendo de su situación conyugal y de otras circunstancias.
Cada año, cientos de trabajadoras del sexo son enviadas a prisión por haber mantenido, supuestamente, “relaciones sexuales ilícitas”, según activistas por los derechos de la mujer como Usmani.
“Esto [el trabajo sexual] es un hecho aborrecible y un crimen atroz. Animamos y ayudamos a las fuerzas de seguridad para que arresten y castiguen a las mujeres implicadas en prostitución”, dijo Fariba Mayid, directora del Departamento para Asuntos de la Mujer en la provincia de Balj.
Mayid reconoció que muchas trabajadoras del sexo no tienen otra opción, pero advirtió que para las leyes de un país islámico y de cultura conservadora la prostitución era inaceptable.
Las trabajadoras del sexo están expuestas también a estigma y discriminación. “No podemos vivir en un mismo lugar mucho tiempo”, dijo una prostituta de mediana edad que se negó a identificarse. “Nos trasladamos a otro lugar tan pronto la gente empieza a sospechar de nosotras”. “La gente nos escupe y no se relaciona con nosotras si saben cuál es nuestro trabajo”, añadió.
Escasa precaución frente al SIDA
Afganistán lanzó su primer programa nacional de control del SIDA en 2003. En los pasados cinco años, según el Ministerio de Salud Pública, se han confirmado al menos 436 casos.
Los especialistas sanitarios advierten que las trabajadoras del sexo, los drogadictos, los conductores de camiones y otros grupos vulnerables tienen apenas conocimiento de las enfermedades de transmisión social y de medidas preventivas.
Al menos tres trabajadoras del sexo entrevistadas por IRIN dijeron que no les preocupaba el SIDA y que no habían utilizado condones para evitar la infección y/o la extensión del virus.
“No sé nada sobre el SIDA”, dijo una trabajadora sexual que prefirió mantener el anonimato. “No he visto que ninguno de mis clientes utilice condón”.
Sair-ur-Rehman director del programa para el Control Nacional del SIDA en Kabul dijo que había una despreocupación total entre las prostitutas sobre las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA.
“Espero que en septiembre podamos lanzar una campaña para fomentar la conciencia e introducir medidas preventivas entre las trabajadoras sexuales”, dijo Rehman a IRIN, añadiendo que era parte del proyecto la distribución de condones gratis. “Es un proyecto muy sensible e intentaremos evitar las falsas ideas que apoyan o fomentan la prostitución en Afganistán”.
Enlace con texto original: http://www.irinnews.org/Report.aspx?ReportId=79278
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